Darío Indalecio Restrepo: Colombia no ha logrado todavía construirse como Nación porque todavía tiene grandísimas fragmentaciones: fragmentaciones culturales, sociales, políticas, económicas... somos uno de los países más equitativos del mundo. Pero también somos uno de los países en los que el centro tiene muchos más recursos que el conjunto de los de sus territorios.
Juan Montes: Es la voz de Darío Indalecio Restrepo, director de la Misión de Descentralización del Departamento Nacional de Planeación.
La Misión de Descentralización es una iniciativa participativa, independiente y transparente que recoge ideas y recomendaciones de diversos actores a lo largo y ancho del país para evaluar el modelo actual de descentralización y presentar propuestas constitucionales y legislativas, para definir y ordenar la distribución de competencias y fuentes de financiación entre la Nación y las entidades territoriales.
Una de las principales hipótesis que Darío plantea es la relación histórica la centralización y los principales problemas del país.
Darío Indalecio Restrepo: ... unos departamentos son desarrollados y pueden tener el desarrollo de una cantidad de políticas y otros, precarísimos, casi no. Y a nivel de municipios es aún más diferente y los mapas entre las iniquidades sociales y esas incapacidades diferenciadas o esas capacidades diferenciadas de realizar política pública en departamentos y municipios se cruzan. Es decir, somos un país que concentra muchísimo sus posibilidades de los mejores hospitales, de las mejores escuelas, de las mejores universidades, de las mejores carreteras, de las empresas formales, de la gente más culta, de la mayor cantidad de gente con doctorado, con gerentes, con empresas, de mayor cantidad de clases medias, de mayor cantidad de nivel cultural... todo eso se concentra, se concentra muchísimo en este país y es muy reducida esa concentración. Y usted sale de ahí y encuentra muchos países múltiples con unas diferencias gigantescas de acceso a posibilidades de desarrollo, de bienestar e incluso de representación de política: hay 11 departamentos que no tienen senadores, hay una cantidad de departamentos que no tienen universidad. Las universidades de alta calidad están en muy poquitos departamentos de Colombia, la inversión es ciencia y tecnología se concentra en tres ciudades, el crédito privado se concentra en esas misas tres ciudades y el público, que debiera de repartirse más, también está altamente concentrado.
Todo en este país refleja el centralismo: ciencia y tecnología, universidades, los mejores colegios, los mejores hospitales, las mejores carreteras, las mejores burocracias, la mayor cantidad de doctores, toda esta hiperconcentrado y eso, creo, el reto es alertarle al país que para que el país se desarrolle más, sea más democrático y en paz, hay que descentralizar.
Y, claro, si usted hace el mapa de dónde está la guerrilla, dónde están los paramilitares, dónde está el narcotráfico, donde está la minería ilegal: exactamente ahí donde no están las buenas carreteras, donde no están los buenos hospitales, donde no están las buenas universidades, donde no hay posibilidades de generar empresas por la vía formal, donde hay la menor cantidad de trabajo formal, donde no están las élites económicas ni políticas ni sociales, ni las contraélites, digamos cultas de clases medias o populares. Exactamente, la geografía de la violencia es la geografía de los bordes y de las fronteras externas al centralismo y cuando usted ve dónde está la geografía de la pobreza, dónde se concentra más cantidad de pobres por cantidad de habitantes, exactamente en esa misma radiografía. Si usted pregunta: ¿y dónde está la geografía de la destrucción de nuestra naturaleza, de los ríos, de los páramos, de los bosques, de las sábanas? Exactamente en esa misma geografía.
[Esto] quiere decir que nuestro centralismo no es que viva a espaldas del resto del país, sino que succiona los recursos del resto del país y los mantiene en una relación patológica que creemos que eso que está por allá no nos incumbe, pero eso que está por allá que no logramos integrar de manera decente al modelo de desarrollo, al modelo de representación política y a las políticas del bienestar se vuelve guerra continua, se vuelve destrucción de la naturaleza, se vuelve desplazamiento forzado y se vuelve la incapacidad de integrar porque no reconocemos como iguales, la verdad sea dicha, ni a la población indígena ni a los afro. Tenemos un racismo estructuralmente organizado, tenemos una pobreza estructuralmente organizada. Tenemos una precariedad del modelo de desarrollo estructuralmente contenida, es un desperdicio de oportunidades de crecimiento, es un desperdicio de reconocimiento de nuestra diversidad cultural y social dentro del país.
Juan Montes: De acuerdo con Darío, la centralización es un asunto que tiene su origen en los albores de la Colonia.
Darío Indalecio Restrepo: Colombia no existía como tal cuando llegaron los españoles, América no existía como tal. América es una construcción del sistema colonial que básicamente organizó los territorios que se empezaron a llamar a ‘América’ para succionar sus recursos de la naturaleza: el oro, la plata, las maderas, el tabaco, las pepas de cacao y demás bienes, y la fuerza de trabajo indígena y después, digamos, los afros que fueron traídos de desde África.
Cuando nos independizamos no se independizó un país previamente constituido respecto de un país colonial. Lo que se independizó fue una cantidad de territorios que estaban organizados por ese sistema, digamos, colonial. De tal manera que el principio de la República ya tiene una guerra civil antes de ser independiente, entre aquellos que decían: “no vamos a cambiar el autoritarismo de ese centralismo de la metrópoli, desde Madrid, por un centralismo de los cundinamarqueses”. Los que nos hemos independizado sí somos un movimiento de una cantidad de soberanías territoriales y locales porque los primeros gritos de independencia fueron las juntas soberanas de los pueblos. Pero esos gritos de independencia no fueron de Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú, que no existían. Esos gritos de independencia fueros de El Socorro, Cartagena, de Quito, o sea, de ciudades, de pueblos. Entonces ellos decían: “nosotros no hemos hecho un movimiento independencia desde las soberanías y desde las juntas soberanas de los pueblos y ciudades para ahorita someternos a un nuevo centralismo autoritario desde Cundinamarca”, versus otros que decían: “todavía somos frágiles, todavía nos pueden recolonizar la potencia española o la portuguesa o la inglesa y se están asomando los franceses o los alemanes y más tarde los americanos también, entonces debemos ser países fuertes centralizados, unificados, tenemos que desmontar los ejércitos y las milicias territoriales y esas soberanías y esas autonomías para poder tener un poder centralizado, fuerte en lo militar, en lo estratégico y en la representación al exterior. ¡Quedamos devastados! Necesitamos plata”. ¿Quién le va a prestar plata a este reguero de soberanías locales? Le van a prestar plata a un Estado fuerte que pueda respaldar esos créditos. Antes de ser independientes ya existía la pugna entre federalistas y centralistas.
En medio de esa guerra, pues llegaron los españoles con la Reconquista y nos volvieron a imponer el sistema colonial por un tiempo y después vino la gesta definitiva de independencia, comandada por Bolívar. En el siglo XIX hubo nueve guerras civiles y 54 mal contadas escaramuzas regionales. Yo tengo la tesis o sostengo que todas esas guerras del siglo XIX fueron guerras territoriales. Es decir, que como no existía la Nación: no estaba unificada ni por infraestructura, ni por las élites, ni por el ejército, ni por la economía, ni por la moneda —había muchas monedas, las imprimían los bancos privados en la segunda mitad del siglo XIX—, y los ejércitos de los diferentes estados federados eran más voluminosos y más fuertes que el Ejército Nacional, o sea, aquí no había país, no había Estado ni en el ejército, ni la moneda, ni las élites, ni la economía, ni la infraestructura, sino unas particiones con unos pactos que seguían llamándose ‘Colombia’ y tal.
Entonces, todas las guerras —que fueron muchas, nueve al menos de carácter nacional— fueron, para mí, guerras territoriales que lo que hacían era [demostrar] quién es el que tiene la soberanía aquí para decir: “estos son los impuestos, quién los paga y cómo se distribuye la plata; esta es la política de educación, este la fija y cómo se financia eso; cuál es la relación entre el Estado y la religión: debe ser laico o debe ser religioso; cuál es el estatuto de las relaciones laborales sobre el trabajo: asalariado u otra forma digamos de relaciones no salariales, sino semisalariales de arriendos, serviles (yo le doy la tierra a cambio que usted me dé parte de su trabajo o parte del producto) o esclavos; la política educativa; la política de esclavos o no esclavos; la política tributaria; la política comercial: nos abrimos al exterior y bajamos aranceles o ponemos aranceles... todos esos fueron conflictos territoriales. Los santandereanos, que tenían una incipiente industria, querían que pusieran unos aranceles a lo que entraba; pero los comerciantes que vivían de exportar materias primas e importar todo lo que podían vender en el mercado nacional lo que querían es que no hubiera aranceles para que les resultara más barato importar y aumentar los negocios. Bueno, unos estaban en Antioquia y otros estaban en Santander.
Entonces, finalmente todas nuestras guerras civiles fueron guerras territoriales y pasamos por la época federal hasta 1885, [cuando] los liberales fueron derrotados por los conservadores. [Tras] una alianza entre liberales y conservadores crearon el Estado unitario de 1886 a 1986, perfectamente 100 años.
¿En qué consistió el centralismo? En expropiar las rentas de los anteriormente llamados estados, que hoy serían departamentos, expropiar sus principales empresas, subordinar la nominación de sus autoridades como agentes de la Presidencia de la República, conformar los poderes de la Nación, del Congreso. [Sobre] esa reforma constitucional de 1886, desde Bogotá se dijo que era el representante de diferentes estados que eran ahora departamentos y no habían nacido ahí ni conocían esos sitios.
Ese fue el centralismo: centralizó todo el cuerpo político, toda la cuestión tributaria, las empresas, desmanteló la posibilidad de los ejércitos territoriales, abolió las constituciones regionales o federadas que existían y centralizó el poder constitucional, legal, administrativo, comercial, monetario y de la seguridad.
Juan Montes: De cierta forma, el centralismo fue necesario para la industrialización del país.
Darío Indalecio Restrepo: Buena parte lo que logró Colombia entre 1886 hacia adelante, digamos hacia hasta la década del setenta, fue fruto de ese centralismo. Ese centralismo fue el que, digamos, surtió la primera ola de industrialización y la segunda ola de industrialización, pero obviamente por ser el poder tan central, algunas élites territoriales se hicieron a ese poder central. Entonces cuando decíamos: “la nación necesita”, [en realidad] era “los paisas necesitan, los vallunos necesitan y los cundinamarqueses necesitan”. Y las élites del Caribe se fueron rezagando, el gran poder que hubo en la Colonia en Cartagena, Santa Marta, en el puerto del Riohacha, esa región se fue declinando en el período centralista a favor del Triángulo de Oro (Bogotá, Cundinamarca; Medellín, Antioquia; Cali, Valle).
Las clases medias, las industrias, los gremios económicos, la creación monetaria, el crédito, el sistema bancario, las instituciones, las élites, los educados, el saber tecnológico, las mejores carreteras... todo eso se hizo con esa lógica centralista desde el poder andino con sus tentáculos en los territorios. Las carreteras pasarían por los puertos de Buenaventura o de la Costa Caribe y los aeropuertos, ¿y el Chocó qué? El Chocó desde hace 500 años está dando oro, pues sí, dando oro para unas élites que no viven allá, sino que viven en Medellín y que vienen en Bogotá y que vivieron también en Cali. ¿Entonces los llanos? Los llanos son la despensa del centro. ¿Y el Caribe? Ese es el petróleo y el carbón para las rentas de la Nación. ¿Y quién es la Nación? Las élites territoriales. ¿Y el sur qué? O sea, nosotros construimos una Nación como patrimonio fundamental de unas élites territoriales.
Juan Montes: Sin embargo, este modelo centralista incidió en la profundización de la inequidad.
Darío Indalecio Restrepo: Eso funcionó, ese centralismo, durante 100 años. ¿Pero qué pasó? Pasó que nos industrializamos, crecieron las ciudades, creció la clase media, creció la burguesía, crecieron las empresas, las instituciones, el Estado moderno, las infraestructuras, los conocimientos, pero todo. concentrado y se creó entonces una jerarquía que no íntegro dignamente al conjunto del país, sino que creó un colonialismo interno, que es lo que estaba describiendo. Digamos que los recursos del Pacífico, los recursos del Oriente, los recursos del Sur y los recursos del Norte, es decir, de las fronteras del centralismo son usados para reproducir esa lógica de la concentración y la centralización de las oportunidades y del poder en el centro andino, pero eso hacía agua y hacia agua y hacia agua e hizo agua de diversas maneras. Una [de ellas] por el modelo de desarrollo, el modelo de desarrollo dijo que para poder industrializar a Colombia necesitamos concentrar todo: el capital, la inversión, los empresarios, el trabajo, la fuerza calificada, los profesionales, la infraestructura, los tratados comerciales, la tecnología, todo y lo concentró y hubo industria y hubo concentración y hubo crecimiento, pero entonces no hubo convergencia, sino que hubo divergencia.
La lógica de desarrollo del país es una máquina de reproducción de inequidades en términos de posibilidades de desarrollo económico, pero ese modelo se agotó porque esa industria producía una cantidad, pero el mercado no tenía cómo comprársela porque el mercado era estrecho, porque el mercado estaba concentrado, porque la gente no tenía con qué. Entonces eso es un desincentivo a producir más y de mayor calidad, porque usted solo tiene la posibilidad de que un mercado le compre poco de su calidad que tiene valor agregado y se la pasa es comprando cachivaches y chucherías porque hasta ahí le da la plata.
El centralismo agotó el modelo de desarrollo económico. Ese modelo no puede crecer, no puede desarrollarse más porque no porque no tiene oportunidades de desarrollo económico en los otros territorios. Los otros territorios succionan recursos. Entonces ahí se dijo, no solo en Colombia, [también] en Brasil, en Perú, en Ecuador... fue un debate latinoamericano, el modelo de industrializarse concentrando se agotó en toda América Latina, en algunos países más sensiblemente que en otros. Se dijo: vamos hacia sistemas nacionales de planeación que regionalicen sus estrategias para que pueda haber estrategia de desarrollo en todas las regiones y no únicamente en las centrales. Eso fue debate en los setenta.
También se agotó no solo en lo económico, sino en lo político. ¿En lo político de qué manera? Teníamos ese centralismo que era garantizado por el Partido Liberal y el Partido Conservador, que venían gobernando el uno o el otro, el uno contra el otro, o con el otro, hasta estos años setenta y ochenta. Las élites políticas territoriales dijeron: “y nosotros, que recogemos votos, cuando necesitamos algo tenemos que hacer todo el trámite (el alcalde con el gobernador, el gobernador con el senador, el senador con el ministro...), la partida para el puentecito, para la escuela, para el hospital, para la carretera, para este proyecto o este otro proyecto”. Y si alguien en el eslabón salía, se quebraba la relación, entonces tuvimos décadas documentando la interrupción de los proyectos de inversión pública porque la cadena de abajo arriba y de abajo arriba se rompía. Hubo una gran insurgencia en las clases políticas regionales diciendo: “nosotros recogemos votos, estamos cansados de reproducir mayorías nacionales y después andar mendigando hacia arriba los recursos para el desarrollo de nuestra población que nos exige cada vez más”.
La población se volvió más urbana, más profesional, con más necesidades porque la aglomeración [requirió] más acueducto, más alcantarillado, más escuelas, más hospitales, más empleo, más empresas, más instituciones, más derechos. Esa clase política estaba muy presionada por la población y el sistema centralista la ahogaba. Entonces, hubo una insurgencia de las provincias de la clase política contra el centralismo, que hoy se expresan en ese reclamo del federalismo desde las gobernaciones y alcaldías de los pueblos pequeños e intermedios y no únicamente de las grandes [ciudades], sigue reflejando ese malestar de esa clase política regional con un sistema centralista. Ya van dos: se agotó desde el punto de vista del desarrollo económico, llegó a su límite; se agotó desde el punto de vista del control político y la representación política por insurgencia misma de las clases políticas de los propios partidos tradicionales, y se agotó desde el punto de vista social. La década del setenta y del ochenta en Colombia se conoce como la década de los paros cívicos, en donde el pueblo se tomaba la carretera, la plaza pública, el colegio... el pueblo es el pueblo, no es la clase obrera y el campesinado, sino todos: las amas de casa, el panadero, el barrendero, el carnicero, el alcalde, el concejal y decían: “queremos unas cosas”. Eso no ocurrió en Bogotá, ni ocurrió en Medellín, ni ocurrió en Cúcuta, ni en Cali; sino que exactamente fue un movimiento de pueblos —pueblerino, digo yo, pero creo que la palabra a algunos les parece que es despectiva, yo muy orgullosamente digo que mis padres eran pueblerinos—. El movimiento fue de las periferias contra el centralismo, fue un triple agotamiento: económico, político y social en un contexto de existencia guerrillas. ¿Dónde están esas guerrillas? Exactamente en esas periferias, entonces eso fue una bomba que coincidió en la década del setenta: agotamiento del modelo económico, del modelo político y del modelo social con el peligro de las insurgencias y entonces se pactó un gran pacto de descentralización.
Juan Montes: ¿En qué consistió este pacto?
Darío Indalecio Restrepo: Agotado el modelo centralista como expresión de centralismo económico, político, social e institucional, por las insurgencias de la clase política, la insurgencia social, la insurgencia armada y el agotamiento del modelo de crecimiento económico, entonces se convino un pacto. Un pacto no necesariamente es que las personas racionalmente se sientan y escriben entre tres o cuatro, o 10 o 25, un acuerdo, pero sí es una cantidad de escenarios de pronunciamiento que van conciliándose en un pacto.
El pacto consistió en la elección popular de alcaldes y después de gobernadores, porque antes el presidente nombraba gobernadores que nombraban a los alcaldes. [Con el pacto se] dijo: elección popular de alcaldes y gobernadores, cada pueblo que escoja su mandatario. Consistió en decir: ya no vamos a concentrar la mayoría de la inversión en las 24 principales ciudades del país, sino que ahora vamos a repartir la plata por derecho constitucional a todos los municipios del país y a todos los departamentos, según unas reglas (cantidad de habitantes, población atendida en salud y educación, lo que presumiblemente costarán mañana), unas reglas de cobertura previa y de población y lo fueron sofisticando con otras reglas (cantidad de pobres, el esfuerzo propio que usted haga), pero básicamente es población, cobertura y pobreza.
Entonces, descentralizar plata para que le llegue por una regla constitucionalmente amparada a todos los municipios y departamentos del país y que no dependa del sistema político, del que es amigo del ministro o no es amigo del ministro, como le ha pasado a otros países de América Latina, en donde, como no existe la regla, entonces hagan fila y pórtense bien con el presidente si quieren recibir recursos de transferencia. No, aquí se dijo: esto es un pacto y constitucionalmente será amparado. El tercer componente del pacto es: ¿y qué es lo que vamos a descentralizar? Entonces, se convino, después de negociaciones de las que hablaré después, que se iba a descentralizar fundamentalmente políticas sociales. Había como 16 o 17 temas de política social y va a haber plata para eso y los gobiernos locales iban a tener una posibilidad discrecional de asignación de recursos dentro de esa bolsa. Entonces, es un pacto para descentralizar el sistema político, a través de elecciones; las finanzas públicas, a través de las transferencias, y la política social, a través de la descentralización de la política social, lo que significaba crear muchísimas instituciones en el nivel local, fortalecerlas, y crear mercados para contratar la recepción de esa plata y la ejecución de esa política; por lo tanto, el pacto significó un desarrollo institucional de mercados y de protagonismos y actores sociales significativos.
Juan Montes: Uno de los principales logros de este pacto fue el pluripartidismo.
Darío Indalecio Restrepo: Solo hasta la elección popular de alcaldes y después de gobernadores se abrió el sistema político colombiano, se volvió pluripartidista, antes era bipartidista. Eso es una transformación gigantesca: la elección popular de alcaldes y gobernadores abrió el sistema político en Colombia, eso es un gran activo para los que apreciamos el pluralismo.
Otro de los logros fue llevar salud, educación, saneamiento básico y agua potable a muchísimos más lugares que antes de manera sistemática y permanente, aumentando sus coberturas, las coberturas de educación, las coberturas de salud, la cobertura de acueducto, la cobertura de alcantarillado, las colonias de saneamiento básico. La descentralización de esos recursos, de esas instituciones, de las burocracias, de los programas, de los proyectos, de los formatos, de los contratos, las universidades, los consultores, los profesionales... todo eso creó una capacidad institucional, unas competencias, un empoderamiento impresionante alrededor de la difusión de esa política social, eso es fruto de la descentralización.
Entonces, el pluralismo es la extensión de la política social, creación de instituciones, creación de mercados estatales, privados y sociales a través de las ONG y a través de la conversión de buena parte de los movimientos sociales, prácticamente todos, con formas empresariales para la contratación con el Estado descentralizado. Los indígenas y los afros hoy, pero ayer todo movimiento social creó su ONG para competir e incidir en la política pública.
Juan Montes: Pero ¿por qué persiste a inequidad, a pesar de este primer pacto de descentralización?
Darío Indalecio Restrepo: A pesar de un proceso de 35 años de descentralización de política administrativa y fiscal, Colombia sigue siendo uno de los países más inequitativos del mundo. Sigue siendo uno de los países de mayores desigualdades, entre los que más tienen y los que menos tienen. ¿Por qué? Por qué, si hemos descentralizado la política, la plata, el bienestar, las instituciones, los mercados. Porque tienen sus límites. Porque esa descentralización ha sido sobre todo hacia los centros urbanos más que hacia lo rural. Todavía hay unas grandísimas diferencias en calidad de vida, en ingresos, en crédito, en nivel educativo, en acceso a la salud, en lo que usted quiera... entre el mundo rural y el mundo urbano, gigantescas. ¿Por qué seguimos siendo tan desiguales? Porque, a pesar de esa descentralización, la mayoría de inversión pública y privada sigue estando altamente concentrada donde ya estaba concentrada. Entonces las diferencias con los otros que reciben lo que no recibían antes no solo se mantienen, sino que en muchos casos aumentan. Seguimos siendo un país muy desigual porque la arquitectura de distribución de los recursos, primero, favorecen lo urbano sobre lo rural y, segundo, favorece las concentraciones del poder económico y poblacional sobre los pueblos intermedios y los pueblos pequeños.
En tercer lugar, porque no logramos llegar a las fronteras. No logramos integrar ese país no integrado desde el comienzo de la República, no logramos reconocer e integrar de buena manera todavía ni al mundo indígena ni al mundo afro que, mal contados, es más de entre el 10 y el 15 % de la población, más el 30 % de los campesinos, ahí está entre el 45 y el 50 % de la población colombiana que no está plenamente integrada a la nación.
Y si usted se va a las grandes ciudades, están todas fragmentadas. Usted no tiene una ciudad, usted tiene muchas. Entre el mundo de la ciudad con más oportunidades de empleo formal, consumos, modas, ideas, formación, salud, hábitos, valores, movilidad y un mundo de la ciudad que recibe población expulsada de pueblos intermedios, pequeños y del campo, que van migrando por la falta de oportunidades hacia las ciudades y se hacen en lo que son sus periferias, y construyen esa fragmentación tan impresionante de Bogotá, de Cúcuta, de Cartagena, de Cali, de Medellín, de donde usted vaya, por el fracaso mismo de la integración de ese 50 %. Entonces, esos que migran de los territorios no incluidos hacia las ciudades, pues tenemos las grandes fragmentaciones culturales, sociales, políticas y económicas de las grandes ciudades.
Juan Montes: Es así como surge la necesidad de un nuevo pacto de descentralización.
Darío Indalecio Restrepo: Entonces, llegamos al hoy y lo que se propone es que hagamos un pacto a la imagen y semejanza del pacto de la década de los setenta y de los ochenta, que coronó con las reforma de 1986 y la Constitución de 1991 y vamos a hacer una segunda ola de descentralización, donde logremos llegar a las fronteras, logremos llegar al campo, logremos reconocer e integrar más y mejor a los afros, más y mejor a los indígenas y logremos tener unas ciudades mucho más integradas y menos fragmentadas, cuyo problema no se resuelve en la ciudad sino en la relación campo-ciudad.
Entonces, una de las prioridades ahora que nosotros decimos desde el Plan Nacional de Desarrollo y en la misión es que necesitamos una nueva geografía de intervención. Por ejemplo, cada municipio tiene un Plan de Ordenamiento Territorial y la ciudad diferente al del campo. No, necesitamos un ordenamiento territorial que vuelva a pensar las relaciones campo-ciudad como esos flujos, que son los que provocan todos los desplazamientos, todas las inatenciones, todo el reino de las ilegalidades por concentrar posibilidades en un lado y abandonarlas en otro lado. Uno de los grandes retos del pacto que se propone es una nueva geografía de construcción de la política pública pensando en relaciones campo- ciudad, en convergencias, en inclusión de fronteras, campos, etnias, poblaciones en las ciudades, de equidad e inclusión.
Y lo tercero que se propone como agenda es lo del cambio climático. Nuestros alimentos, nuestra agua, porque sin alimentos y agua, no hay vida; es más, sin agua no hay alimentos, son un flujo que relaciona campo con ciudad y nuestra manera de organizar el poder administrativo de municipios y departamentos no tiene la lógica medioambiental, no tiene la lógica del ordenamiento alrededor del agua, no tiene la lógica de relación campo-ciudad, no tiene la lógica del hecho de que [por ejemplo] una cuenca llega hasta este municipio porque en el otro municipio ya no es la misma cuenca; no, es la misma.
Necesitamos una nueva geografía que integre el problema ambiental dentro de la lógica de las instituciones, de los proyectos y de los flujos campos-ciudad. Estamos proponiendo una nueva ola de centralización, un nuevo pacto hacia más inclusión, más equidad y ponernos de frente al ordenamiento territorial alrededor del agua.
Juan Montes: ¿Qué papel tiene la Misión de Descentralización en este nuevo pacto?
Darío Indalecio Restrepo: La Misión de Descentralización tiene la posibilidad de hacer propuestas de reforma constitucional, legal y administrativa en cinco temas: competencias entre municipios, departamentos, asociaciones, Nación; recursos entre esos mismos; arquitectura institucional, la capacidad de instituciones de hacer cosas; Gobierno Abierto, participación, transparencia, gobierno en línea, lucha contra la corrupción, y autonomía indígena. Eso es lo que dice el decreto de lo que debe hacer la misión: propuestas constituciones, legales y administrativas para esas cinco cosas.
Nosotros entendemos que mínimo hay que hacer eso, pero hay que abrir un debate más grande, que es el debate de pasar de una política sectorial a una política territorial, pasar de una política por estanco a una política que piense campo-ciudad y territorios, para asignar recursos a eso, proyectos a eso, programas a eso, dinámicas hacia eso, de lo sectorial a lo territorial, y de política social (salud, educación, saneamiento básico, agua potable) a oportunidades de desarrollo económico, crecimiento y bienestar para todos los territorios de la Nación y no únicamente para los que vivimos en las clases medias y altas del centralismo.
Juan Montes: Y, finalmente, ¿qué determinaría el éxito de la Misión de Descentralización?
Darío Indalecio Restrepo: La condición fundamental para que la misión sea exitosa es que haya pacto porque si esto es una misión técnica-académica de un grupo de expertos biempensantes, estudiosos, que hacen excelentes propuestas, no pasa casi nada. Son textos que inspiran a los universitarios, a los movimientos sociales, a los profesionales, a los empresarios cultos y tal a tener ideas sobre el país. Esto para ser exitoso tiene que ser un pacto; es decir, la Federación de Municipios, la Federación de Departamentos, la Asociación de Ciudades Capitales, la Asociación de Ciudades Intermedias, los cuatro gremios territoriales tienen que hacer parte de las propuestas, debatirlas con Planeación Nacional, con la Secretaría Técnica de la Misión, qué vamos a hacer en términos de competencias, en “platas”, en relaciones intergubernamentales, cómo vamos a lograr más equidad, más inclusión, cómo [abordar el] cambio climático, el Gobierno Abierto...
Esto será exitoso si existe ese pacto con los gremios territoriales, si existe el pacto con los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil que han concurrido y han estado muy activos en la extensión de una sociedad de derechos, pero también en la ejecución de políticas públicas, a través de todas las redes de organización sociales. Estamos haciendo un llamado a las organizaciones sociales y a las fundaciones para que formulen propuestas a la misión.
Prácticamente, los ministerios, las entidades territoriales descentralizadas, las organizaciones de la sociedad civil y las federaciones territoriales, todas están siendo convocadas por la misión al gran pacto. Es decir, hagan propuestas, discutamos juntos de platas, de competencias, de instituciones, de Gobierno Abierto, de autonomía. De ahí sacamos unos consensos, unos acuerdos sobre los problemas, mas no sobre las soluciones —ponerse de acuerdo en cuál es el problema ya es un avance— y una identificación de las divergencias, “es que ese no es el problema, es este otro” y presentarle al país en el debate en el Congreso en el segundo semestre el acuerdo de grandes actores de la descentralización de este país, para llevar lo más cualitativamente posible el debate de la Nación al Congreso, para que no sea el debate de los congresistas, sino de los congresistas con la Nación. Esa es la estrategia diseñada desde la Misión de Descentralización para reunir las condiciones para poder llegar a pactos.